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Vivo en el sur de Chile y mi región es de las más lluviosas del país. Fácilmente son 8 meses de lluvia y en lo peor del invierno, unos cuantos meses de temporales. Como nací acá, siempre había sido normal para mí; que lloviera era como que amaneciera o anocheciera, algo que formaba parte de un ciclo natural y obvio. Salir y mojarse hasta los huesos es algo que acá todos asumen, y de no estar dispuesto a ello, pues bueno, te encierras en tu casa. Los paraguas son un invento del todo inútil en esta parte del mundo, puesto que además de lluvia hay mucho viento que en cuestión de segundos transforma cualquier paraguas en un espectáculo. Ya están todos más que resignados, y es curioso observar que en verano, cuando pasa más de una semana sin llover la gente comienza a desesperarse, sobre todo en las zonas rurales. Definitivamente la naturaleza de estos rincones necesita agua constante para mantenerse verde y erguida.
Dormir muy abrigada mientras llueve intensamente y las gotas suenan en el techo, siempre ha sido uno de mis más grandes placeres, sin embargo, me he dado cuenta de que mi cerebro, luego de vivir tres años en Santiago (donde llueve menos de 15 veces al año), reacciona diferente frente a los chaparrones. Estos últimos días han estado especialmente feos y nublados y han influido en mi ánimo como nunca antes.
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Este año, no tengo ese ritmo, que aunque al fin de cuentas haya sido un ritmo maldito, me mantenía siempre ocupada y en movimiento. Y más que el cuerpo en movimiento, la cabeza en movimiento. Estos días feos han coincidido con una sequía cerebral y una frustración producida por el aburrimiento súper grande. No Me había sucedido hasta ahora, y creo que hoy (que salió un poquito el Sol) se me ha pasado casi en su mayoría, pero me di cuenta de que, aunque el común de las personas preferiría salir de la rutina y dejar la inercia de lado, a veces es también complicado carecer de esa inercia sistémica obligatoria. Me ha resultado difícil encontrar un ritmo fuera del mundo obligatorio, fuera de aquellas rutinas en las que siempre hay metas inmediatas que ir cumpliendo, así que voy dándome cuenta de que cada pequeña elección diaria influye muchísimo en mi estado de ánimo y en la búsqueda de este ritmo que me ayude a atravesar este año contenta y activa. Porque siendo sincera, sí, podría dedicarme a ser una planta, mirar tele, comer y lamentarme (como lo he hecho los últimos tres días), pero ¡NO QUIERO ESO POR NINGÚN MOTIVO! Hay tantas cosas que me gustan y que puedo aprender y disfrutar este año, que no puedo desaprovechar este tiempo.
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La inactividad, o el quedarme dos días seguidos en casa definitivamente me van achicando la cabeza, y cuando eso va pasando, ni siquiera encuentro las palabras para escribir. Me sentía con un remolino lleno de cosas inacabadas, dando vueltas, apareciendo y desapareciendo, nunca demasiado nítidas como para convertirlas realmente en algo. (Tan chata, ¡que ni siquiera tenía ganas de ver Legalmente Rubia para animarme!) Hay que concretar; concretar de la forma que sea: en una entrada en el blog, un dibujo, un poema en un cuaderno, una tarde de estudio, un rato limpiando la casa, una ida al campo, etc. Y también tengo que ir asimilando que si bien no tengo metas inmediatas para este año, tengo metas a largo plazo, y tengo la posibilidad de ir haciendo diariamente cosas coherentes con esas metas a largo plazo, no como antes, que día a día me sentía presionada por algo con lo que no me proyectaba.
Y bueno... prácticamente eso es todo. Ya me siento mejor, y pude poner las cosas en palabras, lo que significa que voy avanzando. Siempre que algo me afecta de manera negativa, en la peor fase nunca encuentro una definición, o las palabras precisas. Pero cuando comienzo a ser capaz de verbalizarlo, de ponerlo de manera escrita u oral, es porque ya empiezo a estar mejor, ¡aunque sigo necesitando una dosis gigante de endorfinas! Creo que recurriré al chocolate y a los videos de baile de youtube (ejercicio + chocolate = balance perfecto).
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María Luisa.
No sabía que las plantas se lamentaran, pero bueee todos los días se aprende algo.
ResponderEliminarEspero que después de escribir esta entrada te hayas sentido mucho mejor y creo que es normal caer en ese tipo de días en los que no tienes ánimo de hacer algo. Y como dices, aprovecha el tiempo que tienes para hacer eso que mientras estabas en la carrera anhelabas hacer, porque al menos eso es lo que me pasa y cuando estoy de vacaciones termino de vaga en Tumblr o guardando ideas de DIYs que nunca hago T_T
♥
jaja sí se lamentaaan! Hay que aprender el idioma planta, hablan con sus hojas :( Ya me siento mejor y estos días he sido una persona productiva C: gracias por tu comentario <3
ResponderEliminarPrimero que todo, hermosas las ilustraciones! me pasaré por ese flickr. Segundo, pucha... entiendo harto el sentimiento porque yo salí de la U en diciembre y también estoy un poco en la nada... me ha pasado que me dan esas semanas de depre/no hacer nada pero después es como NECESITO SALIR! qué bueno que te haya ayudado salir, de repente ir a leerse un libro en una plaza haciendo nada ayuda mucho psicológicamente :P besitos!
ResponderEliminarSí! hay que mantenerse activa de cualquier forma :) Saludos!
EliminarMe pasa lo contrario creo... apenas tengo tiempo, no me alcanza para todas las cosas que quiero hacer! Y es tan complicado repartir el tiempo de forma equilibrada que al final paso hoooras y horas en internet y no hago ninguno de los proyectos que quiero, pero sí me paso planeándolos y pensando cuándo los voy a hacer. Así que justo como dices: hay que concretar! xD
ResponderEliminarSiempre están esos dias en que todo da lata, así que ánimo, piensa en todo lo que quieres hacer y atrévete! :D Incluso si no alcanzas a realizar todo, tendrás logros desbloqueados xd y sabrás que no es un año desperdiciado (: (lo digo por experiencia propia, también dejé una carrera y es la mejor decisión de mi vida, y el tiempo sabático también e.e)