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Yo no soy de sentir mucho miedo. Mis miedos son escasos y concisos, no demasiado ridículos ni irracionales. No es que sea valiente, -para nada- simplemente el temor no me acompaña muy a menudo, por lo que no me veo en la necesidad de enfrentarlo -que es justamente lo que las personas valientes hacen.
Este verano, debido a un suceso de la naturaleza al que me vi expuesta, sentí mucho miedo. Mientras caminaba con una carga muy pesada, sentía relámpagos tronar sobre mi cabeza. Se iluminaba el cielo y yo lo veía sin necesidad de levantar la vista, porque los destellos todo lo envolvían. Mi mente imaginativa y extravagante se imaginó cien escenarios distintos. Iba a morir tan joven, ¡sin dejar un testamento! Aunque... parece que una vez leí que un granjero en Estados Unidos había sobrevivido a tres rayos. ¿Cuáles eran las posibilidades?. Y los relámpagos seguían y seguían sobre mi cabeza. Empecé a correr. Sentí que estaría segura dentro de la casa, la cual es de madera, y de caerle un rayo probablemente habría ardido cual leña seca. (mini-conclusión: el miedo nos hace pensar puras estupideces).
Mientras corría, faltando unos quinientos metros para llegar, tuve una revelación (no profética, ni mesiánica, simplemente el tipo de revelación que una persona común y corriente puede tener). Me dí cuenta de que yo no era ni el primer ni el último ser humano en sentir tal temor y que tampoco era la primera, ni sería la última persona obligada a enfrentarlo. Probablemente hombres y mujeres antes, con hijos, animales, heridas, hambre, frío, nieve, fuego, (etcétera) debieron hacer lo mismo, y debieron confiar en que tendrían éxito, porque no había otra alternativa. Entonces, con una inspiración de tinte divino, invoqué el coraje de todos ellos/as. El coraje de todos los que habían vivido lo mismo antes que yo, y el coraje futuro que deberán tener aquellos que lo vivirán en algún momento. Y me calmé. Mi corazón se desaceleró, y seguí tranquila, porque de alguna u otra forma, de pronto estaba lleno de desconocidos etéreos que me ayudaban a enfrentar el miedo.
Desde ese momento, es como una fórmula para invocar la valentía el darme cuenta de que no soy la única, porque seamos sinceros, la autocompasión en momentos de crisis es el primer recurso. Pero de nada sirve. De nada.
ATENCIÓN: Paradójicamente, leerr este post me produjo un miedo muy grande y terrible; EMPEZAR A SONAR COMO PAULO COHELO, lo cual no sería de mi agrado ni aunque padeciera la más incurable demencia porcina. Para aclarar no más, no me interesa andar dándole lecciones morales a nadie, ni pretender ser la intelectual mais importante du mundo. Gracias.
ATENCIÓN: Paradójicamente, leerr este post me produjo un miedo muy grande y terrible; EMPEZAR A SONAR COMO PAULO COHELO, lo cual no sería de mi agrado ni aunque padeciera la más incurable demencia porcina. Para aclarar no más, no me interesa andar dándole lecciones morales a nadie, ni pretender ser la intelectual mais importante du mundo. Gracias.
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